que interesan, haciendo del mundo una unidad y no parcelas con interdependencia entre sí. Se
respeta la diferencia, pero, se busca la conciliación de éstas en las posibles confluencias,
permitiendo un conocimiento más amplio y complejo, capaz de entrever en el diálogo de saberes
humanos un tejido armonioso, esto son los elementos inherentes a la transdisciplinariedad. Según
Morín (2001) no se puede crear una ciencia unitaria del hombre, pues esta osadía disolvería lo
complejo de lo humano, señala este filosofo que "en un sentido todo es físico, pero, al mismo
tiempo todo es humano” (p.124) y define la transdisciplinariedad como el paso de un
conocimiento a otro, ayudado por la sinergia, que progresa en la medida en que se permite ir de
las partes al todo y del todo a las partes, es lo que "constituye nuestra ambición común" (p. 127
y 128).
La transdisciplinariedad como mecanismo aspira un conocimiento relacional, es decir, que todas
las disciplinas que sean utilizadas para dar explicación sobre un fenómeno en particular, puedan
a su vez guardar relación con la cuestión, y debe también preverse que la misma nunca será
acabada, se aspira que surja más bien, el diálogo, la discusión y la revisión fluctuante y
permanente, pues no existe ni existirá un único punto de vista, sino múltiples caras o facetas de
la realidad, pues esta es poliédrica. Resta señalar que, la transdisciplinariedad no elimina las
disciplinas, solo transforma el enfoque disciplinario y expande su radio de acción permitiendo
entender otras dimensiones del saber, se trata de ir un poco "más allá" de los límites disciplinares,
trascender y borrar fronteras, para luego ocupar su lugar, estas disciplinas deben entenderse
como buenos vecinos que aceptan leves intromisiones, convirtiendo a los investigadores en
"advenedizos" que necesitan algún tipo de alimento y refugio para nutrir sus conceptos.
La Ciudad en clave de la sociedad red.
Como lo desarrolla Castells M. (2003) la tendencia histórica de la época actual es que las
estructuras sociales emergentes, los procesos y funciones dominantes, se están organizando en
torno a redes, de ahí el concepto de sociedad de la red. Éstas constituyen una nueva morfología
social de nuestras sociedades y la difusión de su lógica de enlace modifica de forma substancial
los procesos de producción, la experiencia, el poder y la cultura. Nuestra propuesta de que un
concepto actual de Ciudad no puede evadir el horizonte de la sociedad red no se basa solo en la
constatación de que en los últimos 20 años la conexión a internet se ha vuelto mayoritaria, por
ejemplo, según CONATEL, Comisión Nacional de Telecomunicaciones, organismo del estado
venezolano que ejerce la regulación, supervisión y control sobre las telecomunicaciones; para
1919, el 74% de los venezolanos tienen ya acceso a internet (Nieves, 2021). Hablamos de
Venezuela, cuyo estancamiento y retroceso en los últimos 20 años es notable con respecto no al
mundo desarrollado, sino incluso con respecto a su entorno natural, la América Latina, entre otras
desventajas Venezuela es el país que tiene el ancho de banda más bajo de Suramérica (3 Mbps
contra 30 de promedio en Sur América) y sin embargo, quizás como inercia de la situación previa
o más asombrosamente, como adquisición aún a pesar de la crisis, Venezuela posee condiciones
propias de la universalización del uso de las TIC y del uso de las redes sociales.
Tener acceso a internet es condición de base, pero no suficiente, para que las ciudades se
conviertan en digitales y/o inteligentes. Liñares (2016) argumenta sobre las condiciones para que
una ciudad pueda considerarse digital, prefiere el termino ciudad aumentada, tomado de Aurigi
& De Cindi (2008), ahí nos propone: